Cuando decimos que nosotros mismos somos nuestro peor
enemigo, sin lugar a dudas, estamos en lo cierto. Ainsss, nuestro saboteador, ese
diablillo que solemos situar en nuestro hombro. Esa vocecita que nos llega
desde nuestro interior y nos limita para hacer lo que nos hemos propuesto. Solemos
tener muchos, pero siempre hay uno que es el más fuerte, el que nos echa un
pulso casi constante y muchísimas veces nos gana.
Ese que tiene un efecto
positivo, que posiblemente es placentero. Muchas veces, intenta protegernos para que
no salgamos de nuestra zona de confort. Nos intenta hacer creer que no somos
capaces de llegar a conseguir nuestros objetivos. Y nos dice, ten cuidado que
te vas a caer, no hagas eso que no te saldrá bien. Nos dice: ¿pero qué
necesidad tienes de complicarte? Vas a perder el tiempo. Vas a perder el
dinero. Eso se te da fatal y un largo etc…
Pero en el otro hombro tenemos a un angelito que nos da
fuerzas, que nos motiva a dar los pasos. Ese que se ilusiona, que se apasiona. El
que nos dice que vale la pena intentarlo. Que no pasa nada si se fracasa. Que
el fracaso es el mejor aprendizaje.
La clave está en saber escucharlo e identificarlo. Y preguntarnos.
¿Qué piensa, qué dice o que siente? ¿Cómo se comporta? ¿Qué tono de voz
utiliza? ¿Cuál es su intención positiva? ¿Qué nos gustaría hacer a nosotros, a
pesar de lo que nos diga?
Igual, si elegimos ser más conscientes podremos observar las
cosas de otra forma. Y quizás, podremos saber quién nos habla realmente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario