A casi todos nos han educado para reconocer emociones buenas
o malas, y parece que no es lícito simplemente aceptarlas. No hay emociones
positivas o negativas, todas nos aportan información importante y la clave es
saber qué hacer con ellas.
En la gestión de las
emociones la competencia principal es la autoconciencia. Sobre ella, vamos a construir todas las demás
emociones.
Darse cuenta de lo que sentimos es muy importante. Y más
importante es darse cuenta de que no existen cambios sin dolor, es algo que hay
que experimentar para crecer como seres humanos.
“La inteligencia
emocional no es lo contrario de la inteligencia, no es el triunfo del corazón
sobre la cabeza. Es la única intersección de ambas”. David Carusso.
Una buena gestión de las emociones significa que las transformaremos
en energía, y sin embargo, una mala gestión nos puede llevar a nuestra
autodestrucción. Pongamos un ejemplo, la ira es una emoción básica, y puede
ocurrir que al no saberla gestionar, no sacarla y taparla, se convierta en resentimiento y odio. Por otro lado, hasta la alegría es peligrosa si la expresamos
en un plano inconveniente y fuera de contexto.
Hablo de “parto
emocional” porque la toma de conciencia en el conocimiento de nuestras
emociones, transformarán nuestras actitudes
y comportamientos, y por lo tanto, nos
empujará a esos cambios que necesitamos y queremos conseguir.
“Cuanto más abiertos
estemos a nuestros propios sentimientos, mejor podremos leer los de los demás”.
Daniel Goleman.